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domingo, 18 de junio de 2017

AMAR DUELE

Ya lo dice Falete: AMAR DUELE

Mas allá del chascarrillo, hoy quiero hablar de Goyo. Goyo en un hombre de 85 años que la última vez que estuvo en mi consulta rompió a llorar.

 Hace dos años la mujer de Goyo murió tras una agónica estancia de dos años y medio en una residencia de tercera edad. Allí se fueron a vivir después de que ella sufriera un infarto cerebral con importantes secuelas que le impedían hacer una vida autónoma, y que Goyo no podía manejar solo.

 Durante ese exilio involuntario Goyo sufrió mucho. Sufría por estar en un ambiente extraño, rodeado de extraños. Un ambiente con cuanto menos de escasa intimidad, donde entraban en la habitación infinidad de personas como Pedro por su casa. Sufría por la lejanía de su barrio, sus cosas, sus hijos. Pero Goyo por lo que mas sufría era por ver todos los días la tristeza, desazón y sufrimiento en el fondo de la mirada de su mujer.

Sesenta años de matrimonio, varios antes de novios, y Goyo y su mujer nunca se habían separado mas de dos días. Cada vez que Goyo la miraba se le iluminaba la cara. Jamás discutieron aunque no estuvieran de acuerdo en muchas cosas y jamás se ha oído una mala palabra salir de los labios de uno sobre el otro. Lo que Goyo sentía por su mujer era adoración. Siempre la cuidó con un cariño y atención totalmente altruistas.

Goyo entiende que la situación de su mujer era mala y que ella realmente ya no quería seguir sufriendo. Goyo sabía que la muerte para su mujer significaba descansar. Pero hoy, dos años después, Goyo sigue llorando cada vez que se acuerda de ella.

Pues bien, lo que Goyo sufre es un proceso de Duelo patológico. La muerte de un ser querido genera una respuesta psicológica normal llamada duelo. Es un poco como emigrar a un país extraño: uno se encuentra perdido, todo parece difícil y se siente solo y perdido. Hasta aquí todos sentimos lo mismo. Lo normal es que con el paso del tiempo vayamos adaptándonos a la nueva situación pasando las distintas fases del duelo hasta la aceptación. Este es el momento en el cual, sin olvidar ya que no se trata de olvido, podemos convivir con la ausencia del ser querido sin que esto nos produzca dolor.

El duelo patológico aparece cuando no conseguimos llegar a esa última fase de aceptación y puede presentar diferentes síntomas.



Horowitz (1980) define el duelo complicado
como aquel cuya intensificación llega al nivel
en el que “la persona está desbordada, recurre
a conductas desadaptativas, o permanece
inacabablemente en este estado sin avanzar en
el proceso de duelo hacia su resolución”.
Podemos definir el duelo complicado o
patológico en cuatro apartados:

- Duelo crónico: Aquel que tiene una duración
excesiva, nunca llega a una conclusión
satisfactoria, y la persona que lo sufre es
muy consciente de que no consigue acabarlo.

- Duelo retrasado: También llamado inhibido, suprimido o pospuesto. La persona tiene una
reacción emocional insuficiente en el momento de la pérdida, que se puede deber a la falta de
apoyo social, a la necesidad de ser fuerte por alguien más o por algo, o a sentirse abrumado por la cantidad de pérdidas. En un momento del futuro la persona puede experimentar los síntomas del duelo, a veces por una pérdida posterior. Los síntomas pueden ser desproporcionados con respecto a la pérdida.

- Duelo exagerado: La persona experimenta la intensificación de un duelo normal, se siente desbordada y recurre a una conducta desadaptativa. La persona es consciente de que sus síntomas están relacionados con una pérdida. Incluyen trastornos psiquiátricos mayores que surgen después de una pérdida. Algunos ejemplos pueden ser la depresión clínica posterior a una pérdida, la ansiedad en forma de ataques de pánico o conductas fóbicas, el abuso de alcohol u otras sustancias y el trastorno  de estrés postraumático

- Duelo enmascarado: La persona experimenta síntomas y conductas que le causan dificultades
pero no se da cuenta ni reconoce que están relacionados con la pérdida. Pueden aparecer como síntomas físicos (enfermedades psicosomáticas) o conductas desadaptativas (depresión inexplicable, hiperactividad).

Alrededor de un 16% de las personas que experimentan la pérdida de un ser querido presentan un cuadro depresivo durante el año siguiente al fallecimiento del familiar o amigo. Una cifra que se incrementa hasta casi el 85% en la población mayor de 60 años. De hecho, en esas edades la tasa de probabilidad de fallecimiento de la persona de la pareja que queda se incrementa en un 50%.

Pues bien, ya que hemos llegado a la conclusión de que Goyo sufre un duelo complicado queda como médico suyo que soy, tratar de ayudarle. El manejo del duelo complicado se hace habitualmente desde Atención Primaria, combinando terapia farmacológica con psicoterapia. Primero debemos de establecer un vínculo con el paciente, mostrando la máxima empatía y nunca restando importancia a su dolor, dedicando el tiempo necesario para explicar las fases por las que va a pasar, el porqué de los síntomas y el cómo le vamos a ayudar. Yo siempre les digo que es un proceso que precisa tiempo y paciencia. Nunca se les debe decir que tienen que olvidar: aunque les duela el recuerdo no pueden traicionar a su ser querido con el olvido. Si vamos a emplear fármacos, debemos como siempre advertir de los efectos secundarios. La mayor parte de las veces serán necesarios antidepresivos, por lo que hay que insistir en que su efecto es progresivo y precisa algo de tiempo para notarse. Y ojo con las benzodiazepinas, porque es muy fácil generar adictos entre los pacientes de duelo patológico y luego no hay quien las retire.

Hay que escucharles mucho, acompañarles durante todo el proceso y es muy útil mirales a los ojos y darles la mano alguna de esas veces que las emociones se desbordan.

En fin, que creo que voy a tener que dedicar un poco de tiempo a Goyo

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