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viernes, 22 de septiembre de 2017

¡ME ESTOY QUITANDO!

(ENLACE A LA CANCIÓN)



Se acabaron las vacaciones. Vuelta al trabajo y por tanto, de nuevo veo a Manuel. Manuel es un paciente al que veo muy a menudo, una o dos veces a la semana y que en realidad no se llama así. Pero es muy activo en las redes sociales y no quiero comprometer su identidad. Manuel es uno de los pocos pacientes que me he llevado de vacaciones. No me he llevado a mis pacientes oncológicos, ni a los grandes dependientes. Vamos, solo me he llevado a Manuel.

Se preguntaran por qué es tan importante Manuel. Manuel es un paciente dependiente a varias sustancias. Como tal, su tratamiento es complejo y encima, él tiene una irritante tendencia a no seguirlo. Como es uno de los pocos casos en que un paciente tiene impulsos incoercibles de desoír tus consejos y aunque quiera hay algo que le empuja a hacer todo lo contrario de lo que le dices, tienes que estar muy encima de él. Todo esto acaba derivando en una relación en la que el paciente se hace muy dependiente.

He conocido unos cuantos adictos en mi vida y he tenido que tratar a una buena parte de ellos. Siempre me ha pasado lo mismo. Son pacientes a los que ves con mucha más frecuencia que al resto. Consumen mucho de tu tiempo y de tu energía. Encima, como ya he dicho, te dan muchos disgustos. Pero para mí son unos pacientes especiales, un reto y al final siempre acabo viéndoles un lado entrañable.

(David Bowie-Like a Rocket Man)

Durante gran parte del siglo pasado, los científicos que estudiaban el abuso de drogas trabajaban a la sombra de poderosos mitos y conceptos erróneos acerca de la naturaleza de la adicción. Cuando los científicos comenzaron a estudiar el comportamiento adictivo en la década de 1930, se pensaba que las personas adictas a las drogas carecían de moral y de fuerza de voluntad. Estos puntos de vista moldearon las respuestas de la sociedad ante el abuso de drogas, tratándolo más como un fracaso moral que como un problema de salud, lo que llevó a poner énfasis en el castigo y no en la prevención y el tratamiento. Hoy en día, gracias a la ciencia, nuestros puntos de vista y nuestras respuestas ante las adicciones y otros trastornos causados por el consumo de sustancias han cambiado drásticamente. Los innovadores descubrimientos sobre el cerebro han revolucionado nuestra comprensión del consumo compulsivo de drogas, lo que nos permite abordar el problema de manera eficaz. Como resultado de la investigación científica, sabemos que la adicción es una enfermedad que afecta el cerebro y a la conducta. Hemos identificado muchos de los factores biológicos y ambientales y estamos comenzando a investigar las variaciones genéticas que contribuyen al desarrollo y al avance de la enfermedad. Los científicos usan estos conocimientos para desarrollar enfoques eficaces de prevención y tratamiento que reduzcan el impacto negativo que el abuso de drogas causa en individuos, familias y comunidades.

Empiezo haciendo hincapié en que las adicciones son muy diferentes según la sustancia objeto de abuso, pero todas las adicciones son una enfermedad crónica y recurrente del cerebro que se caracteriza por la búsqueda y el consumo compulsivo de drogas, a pesar de sus consecuencias nocivas. Se considera una enfermedad del cerebro porque las drogas modifican este órgano: su estructura y funcionamiento se ven afectados. Estos cambios en el cerebro pueden ser de larga duración, y pueden conducir a comportamientos peligrosos que se observan en las personas que abusan del consumo de drogas.(Pincha aquí para ver la definición en wikipedia)

Resultado de imagen de riesgo de adiccion¿Por qué se empieza a consumir drogas? Por un lado muchas veces se busca el placer que generan los efectos de esa sustancia, otras veces para combatir sensaciones desagradables como la angustia. En ocasiones se consumen para buscar una mayor soltura en las relaciones sociales. Incluso algunas veces se consumen por curiosidad o por búsqueda de aceptación en el grupo social.


Una vez se ha iniciado el consumo, este puede derivar en una adicción. El riesgo de que esto ocurra es multifactorial. Como sucede en muchas otras circunstancias de la vida, el consumo de drogas es una situación en la que se ponen en juego consecuencias potenciales positivas (placer) y consecuencias potenciales negativas (riesgos). Es importante considerar ambos elementos: la principal motivación de las personas al utilizar drogas es la búsqueda de efectos deseados y agradables, aunque también pueden presentarse consecuencias negativas. Éstas deben ser consideradas en su justa medida, distinguiendo entre los riesgos graves o frecuentes y aquellos que no son importantes o aparecen de forma extraordinaria. Para valorar si un determinado consumo supone más o menos riesgos, hay que hacer una evaluación cuidadosa de tres aspectos: el individuo, la sustancia y el contexto en el que se realiza el consumo.

Bien, pues para tratar a estos pacientes han corrido ríos de tinta. Hay tratamientos para todos los gustos: fármacos como los que anulan sus efectos (antagonistas) e incluso en algún caso alguno que de efectos desagradables cuando hay consumo (interdictores), antidepresivos, ansiolíticos (ojo, estos enganchan también); psicoterapias; tratamientos de grupo; comunidades terapéuticas....


Hay varios caminos, que además dependerán del tipo de sustancias. Hay algunas, como los opiáceos (heroína, morfina, oxicodona...) o benzodiazepinas (los ansiolíticos de toda la vida) en los que la interrupción del consumo puede hacerse de forma gradual para evitar los síndromes de abstinencia, o bien de forma abrupta, mejor en un entorno sanitario controlado. Otras sustancias como la cocaína, el éxtasis y otras "drogas de diseño" o el alcohol, es mejor suspenderlas de forma brusca.

No voy a ser yo el que ahora se ponga a desarrollar todos ellos, porque para eso necesitaría un libro, y ya existen infinidad de títulos, incluso muchos dedicados a una sola sustancia (para médicos de familia es muy recomendable esta publicación del Ministerio de Sanidad)

Yo solo me voy a centrar en mi experiencia personal con algunos pacientes muy complicados, como Manuel. El primer requisito para el éxito siempre está en la entrevista motivacional, como ya expliqué cuando hablé de tabaquismo (El humo mata). Hay que conseguir implicar al paciente en su tratamiento, porque ya sabemos que si uno no quiere...

El paciente adicto se debate entre su voluntad de abandonar el hábito y la pulsión a seguir consumiendo la sustancia (potenciada por el miedo a padecer los síntomas de la abstinencia). Esto hace que muchos de nuestros esfuerzos se vean frustrados. Debemos comunicarnos con el paciente sin condescendencia, porque que no pueda controlar su impulso no significa que sea tonto. No nos engañemos, si el paciente quiere, con algo de ayuda siempre puede conseguirlo.

Pues bien, Manuel no quiere, como otros tres casos que he tratado en lo que va de mi vida (iba a poner dilatada carrera, pero me gusta hacérmelas de jovencito).

Dos de esos casos son pacientes tipo, muy comunes. Rocío e Isabel son ex-consumidoras de heroína que siguen después de años en tratamiento sustitutivo con metadona. El tratamiento con metadona tiene dos vertientes. Por un lado la deshabituación progresiva con pequeñas bajadas de dosis hasta suspender el tratamiento. Y por otro el mantenimiento, con lo que conseguimos una dosificación oral y estable, evitando riesgo de contraer enfermedades infecciosas, evitamos que el paciente acuda al mercado negro con lo que eso conlleva de riesgo social y de salud.

Los otros dos son Lole (alcohólica y adicta a ansiolíticos) y Manuel (ex-adicto a cocaína y que ahora consume ansiolíticos y anfetaminas). Estos dos son mi talón de Aquiles. Me ponga como me ponga, he llegado a la conclusión de que nunca les veré desintoxicados. Ambos ya han ido a mil sitios, han probado varias terapias, han renacido un millón de veces y llegué a pensar que solo venían a verme por costumbre o por afecto.


Con Lole establecí un sistema de dispensación diario, pues cada vez que tenía una crisis de ansiedad se tomaba todos los ansiolíticos juntos (y ahí va un secreto, las sobredosis de Orfidal no matan, solo dan mucho sueño). Con esto quiero decir que Lole venía todos los días a por sus pastillas y los viernes se llevaba la dosis del fin de semana. Aún así de vez en cuando se daba un homenaje de alcohol. Con ella nunca me atreví a usar interdictores (esos medicamentos que hacen que te pongas malísimo cuando tomas alcohol), porque era realmente peligroso. A Lole hace tiempo que le perdí la pista en un cambio de trabajo, pero siempre me acordaré de su gran gusto musical con intercambio de memorias USB llenas de The Smiths, Culture Club, Bowie.. y de los libros de poesía que me regalaba.


Manuel es una persona que ha sido adicta a la cocaína, que fue poderosa y que vivió en primera persona trances muy importantes de la historia reciente y frecuentó compañías que harían morir de envidia a cualquiera. Tuvo el mundo en sus manos y que ahora hace lo que puede por tirar adelante. El consumo de drogas tiene sus peajes. Por un lado te hace depender de algo. Por otro el uso y abuso de estas sustancias tiene consecuencias a largo plazo en el funcionamiento cerebral. Manuel actualmente está en tratamiento con una anfetamina y un ansiolítico suave, ambos a dosis altas. Sí, en tratamiento con anfetamina, pues es la única manera de mantenerlo estable en el consumo. Viene a consulta al menos una vez por semana a por medicación, porque a veces hace como Lola y se toma más de lo que le toca. A mí me trae loco, con sus continuos cambios de humor, pero al final he llegado a tenerle aprecio y los reveses que le da la vida me duelen como los de un amigo. La relación con este tipo de pacientes al menos en mi caso, trasciende siempre lo profesional. Son pacientes que ves muy a menudo y que por su problemática te cuentan detalles íntimos de su vida. En muchos casos se apoyan en ti, porque su situación socio-familiar suele estar muy deteriorada y a veces eres la única persona con la que hablan de sus cosas.


Como podéis observar, voy a tener que seguir dedicando un poco de mi tiempo a Manuel.



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